domingo, 18 de septiembre de 2011
Si pudieras verme ahora...
Cuando se cae un vaso o un plato al suelo se oye un estrépito. Cuando una ventana se hace añicos, una pata de mesa se quiebra o cuando un cuadro se desprende de la pared se oye un chasquido. Pero en lo que al corazón atañe, cuando éste se rompe, lo hace en el más absoluto silencio. Dirías que siendo algo tan importante, debería hacer el ruido más fuerte del mundo entero o, incluso emitir algún sonido ceremonioso como la vibrante resonancia de un címbano o el tañido de una campana. Pero guarda silencio y casi deseas que haga un ruido que te distraiga del dolor. Si hay un sonido, es interno. El corazón grita y sólo lo oyes tú. Es un grito tan fuerte que te zumban los oídos y te duele la cabeza. Se retuerce dentro de tu pecho como un gran tiburón blanco atrapado en el mar; ruge como una osa a la que le han arrebatado su osezno. Eso es lo que parece y así es cómo suena. Como una enorme bestia que se revuelve presa del pánico en una trampa, rugiendo como si fuese prisionera de sus propias emociones. Pero así es el amor: nadie queda fuera de su alcance. Es tan desaforado como eso, tan vulnerable como una herida en carne viva expuesta al agua salada del mar, pero cuando el corazón se rompe, lo hace en silencio. Sólo gritas por dentro y nadie te oye.
El poder del amor...
“Mi corazón sigue acelerado, me cuesta retomar el aliento. Tengo la impresión de que el reloj se hincha y va a salir expulsado por mi garganta. ¿Qué tiene esta muchacha que me provoca estos sentimientos?¿Está hecha de chocolate? Pero ¿qué me ocurre? Intento mirarla a los ojos, pero no puedo dejar de admirar su hermosa boca. No sospechaba que uno pudiera pasarse tanto tiempo observando una boca”.
Fragmento de “La mecánica del corazón” de Mathias Malzieu.
Fragmento de “La mecánica del corazón” de Mathias Malzieu.
No conoces mi voz interna, el latido de mi corazón ni mucho menos mi sentir. Le he cantado al amor y a los buenos sentimientos. Siempre he escrito lo que pienso. He desojado mil rosas, he suspirado en el viento. He llorado por dolor, he perdonado por amor. Guardé una estrella y mil te quieros en mi baúl de los recuerdos. No hubo culpable en esta guerra y si lo hubo no era amor. Cuánto le debo a esta vida que me ha enseñado lo que soy, a caminar sin mirar atrás, a reír y algunas veces hasta llorar. No me ha faltado el valor de gritar a los cuatros vientos todo lo que en esta vida siento, no hay rencor dentro de mí, sólo agradezco lo que fui, si sintiera que algún día me faltara el amor andaría vagando sin subsistir.
Hoy quisiera cerrar los ojos, callar la voz, soltar mi carga.
Hoy quisiera sentirme liviana, ser semilla de diente de león...
Y así, como una semilla, llena de vida latente,
dejarme caer en la tierra,
germinar donde sea y volver a florecer.
Volver a ser, una y otra vez...
Perpetuar el ciclo de la vida.
Quisiera no escuchar las cosas que se escuchan,
quisiera soltar mis angustias y las de otros.
Quisiera entender quién soy sin lo que me conforma,
encontrarle sentido a las cosas.
Y sin embargo el amor me habita,
su certeza, su esperanza,
es lo único que reconozco como verdadero en mí.
¿En qué punto podemos encontrarnos
sin que la realidad nos sorprenda
jugando sinsabores, inventando problemas?
Hace mucho que dejé de creer en las fronteras,
en tantos dioses, en tantas ideas...
Anhelo la simpleza de las cosas,
lo sencillo de percibir sin que nada suceda.
Anhelo la plenitud de la inocencia,
volar en los deseos y que éstos se cumplan,
sin necesidad de que así sea.
Mi fe está en la sola existencia,
en la capacidad de elegir,
de comprender, de observar
y en la empatía.
Mi vida puesta en manos y al servicio de la vida.
Es lo que me queda...
¡y esa es la razón de mi alegría!
Hoy quisiera sentirme liviana, ser semilla de diente de león...
Y así, como una semilla, llena de vida latente,
dejarme caer en la tierra,
germinar donde sea y volver a florecer.
Volver a ser, una y otra vez...
Perpetuar el ciclo de la vida.
Quisiera no escuchar las cosas que se escuchan,
quisiera soltar mis angustias y las de otros.
Quisiera entender quién soy sin lo que me conforma,
encontrarle sentido a las cosas.
Y sin embargo el amor me habita,
su certeza, su esperanza,
es lo único que reconozco como verdadero en mí.
¿En qué punto podemos encontrarnos
sin que la realidad nos sorprenda
jugando sinsabores, inventando problemas?
Hace mucho que dejé de creer en las fronteras,
en tantos dioses, en tantas ideas...
Anhelo la simpleza de las cosas,
lo sencillo de percibir sin que nada suceda.
Anhelo la plenitud de la inocencia,
volar en los deseos y que éstos se cumplan,
sin necesidad de que así sea.
Mi fe está en la sola existencia,
en la capacidad de elegir,
de comprender, de observar
y en la empatía.
Mi vida puesta en manos y al servicio de la vida.
Es lo que me queda...
¡y esa es la razón de mi alegría!
Suscribirse a:
Entradas (Atom)